lunes, 5 de septiembre de 2011


Los versos de Juan de la Cruz son un prodigio de palabra y sonoridad, de lírica y pasión, algo que hizo pensar a un alma cándida si no tendrían origen divino, como un decir de ángeles. Él la sacó de dudas y le dijo que algunas palabras se le ocurrían a él, otras se las ponía Dios en la memoria y en el corazón. Su prosa es limpia, admirable, y corre siempre tranquila sobre el papel, sin esquinas ni tropiezos, como trabajada a cincel.

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